El vino.
No para quedarse. 
No para susurrarme que solo me necesita a mí o para prometerme que nos queda una eternidad juntos.
No. 
No es su estilo. 
Nunca lo ha sido. 
Vino para recordarme lo infinitamente bien que encajan mis labios con los suyos. 
Vino para demostrarme que es capaz de hundir mis defensas. 
Vino porque quiso. 
No porque me quiera.